Una de las anécdotas que la mayoría del público desconoce del Museo del Prado es que su edificio no estaba destinado a albergar una pinacoteca. Originalmente, el edificio que alberga el Museo del Prado fue concebido por José Moñino y Redondo, primer ministro del rey Carlos III, para ser la Real Oficina de Historia Natural. Con este fin, Carlos III pretendía crear una nueva serie de instituciones científicas que rehabilitarían el Paseo del Prado.

La construcción del edificio se llevó a cabo durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, finalizándose a principios del siglo XIX. Sin embargo, fue Fernando VII quien, a instancias de su esposa Isabel de Braganza, recuperó el recinto, abandonado tras la Guerra de la Independencia española, para ser inaugurado en 1819 como Real Museo de Pintura, exhibiendo únicamente 311 obras.

¿Sabías que? Aunque no suele mencionarse, el pintor español Pablo Picasso fue uno de los directores del Museo del Prado. Esto ocurrió en circunstancias extraordinarias: poco después de que estallara la Guerra Civil Española, el presidente de la República, Manuel Azaña, firmó un decreto que nombraba director al pintor Pablo Ruiz Picasso.

Lo cierto es que, por las circunstancias excepcionales, Picasso nunca ejerció sus funciones como director de la entidad, ni tomó posesión del cargo. Pero así estuvo registrado oficialmente hasta 1939. Es por eso que el pintor solía bromear sobre el asunto, alegando que no estaba claro si alguna vez había ocupado el cargo, ya que tampoco fue destituido formalmente.

En el año 2012 se hizo público uno de los descubrimientos más comentados en la Historia del Arte de los últimos años: los almacenes del Museo del Prado anunciaron que guardaban en sus profundidades una réplica de la Gioconda, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci. que se encuentra en el Museo del Louvre en París.

Esta réplica pintada a mano fue completada por uno de los discípulos de Leonardo, probablemente Andrea Salai o Francesco Melzi. Lo más peculiar del cuadro es que, según los investigadores, la obra es un retrato paralelo pintado por uno de los discípulos de Da Vinci junto al propio maestro. Esta obra nunca había salido a la luz hasta entonces debido a la opinión popular de que se trataba de una mera copia pintada por algún artista flamenco.

La perla conocida como La Peregrina es una impresionante joya que perteneció a la Corona española. En el año 1969, Richard Burton lo adquirió en una subasta por 37.000 dólares como regalo a su esposa Elizabeth Taylor.

La perla Peregrina de Liz Taylor es una de las joyas más pintadas de la historia, ya que ha sido usada por varias generaciones de monarcas españoles. En el Museo del Prado podemos ver a La Peregrina en el retrato de la reina María Tudor de Antonio Moro, así como en los retratos ecuestres de Felipe III e Isabel de Borbón pintados por Velázquez.

La única vez que el Museo del Prado ha estado sin obras fue durante la Guerra Civil Española. Cuando la Legión Cóndor bombardeó Madrid, se decidió que todas las obras fueran trasladadas a un lugar seguro, ya que corrían peligro de ser destruidas durante la disputa.

Así, todas las obras del Prado fueron trasladadas a la costa este de España y de allí, a la Sociedad de Naciones en Ginebra. Permanecieron bajo la custodia de Ginebra hasta el final de la guerra. Esta transferencia de infarto se realizó en un tiempo récord y aseguró la integridad de la colección.

Por último, una de las anécdotas más curiosas que rodean al Museo del Prado es el nacimiento del actor cómico Ignacio Fernández Sánchez, más conocido como Tony Leblanc. Según cuenta en su biografía y numerosas entrevistas, nació allí porque su padre era el cuidador del museo. De hecho, el propio Tony Leblanc trabajó un tiempo en el Prado como botones y ascensorista.

Sin embargo, la actriz y cantante Nati Mistral, quien fue su novia durante un tiempo, asegura que este incidente es inventado. Según ella, Tony Leblanc nació bastante lejos del Museo del Prado, en su casa familiar de la calle Torrecilla de Leal de Madrid.